Presión y ritmo definen a un conjunto asiático habituado a las grandes citas, con bloque adelantado, circulación veloz y combinaciones rápidas alrededor de sus hombres de ataque.
Al otro lado, el combinado británico encarna la versión más aguerrida del fútbol escocés: intensidad en los choques, juego directo y enorme peso de las acciones a balón parado.
Aquel amistoso de 2002, resuelto con un 4–1 favorable a los anfitriones del Mundial, sigue siendo una herida que el cuadro europeo desea cerrar.
En una fase de grupos mundialista, cada unidad en la tabla reconfigura el panorama: un mínimo desajuste se paga caro y una transición bien ejecutada puede acercar el pase a la siguiente ronda.
En el último Mundial, la selección asiática volvió a colarse en los octavos de final en Qatar 2022 tras imponerse 2–1 a Portugal, reafirmando su carácter competitivo en la cita global.
El representativo escocés retorna al gran escaparate tras años de batalla en Eurocopas y clasificatorios exigentes, apoyado en una generación consolidada en las principales ligas europeas.
Son Heung-min y Kim Min-jae actúan como líderes indiscutibles del bloque oriental; Andrew Robertson, Scott McTominay y John McGinn sostienen el corazón del combinado británico.
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